jueves, 3 de septiembre de 2020

TRES HERMANOS

                 

Yo, por no mentir, defenderé siempre la fama de liberal profesada por mi padre y dos tíos míos que habían residido y comerciado largos años en países de media Europa, y nadie quedó extrañado cuando, el primer día de curso, entrábamos con mi hermano Alberto, cartera de cuero en mano, por la puerta de los Corazonistas, quienes presumían de una merecida fama de afrancesados manteniendo un ideario escolar escasamente acorde con los mandamientos de la Iglesia Católica. Martina, nuestra hermana pequeña y joya de la familia, acabó en las Clarisas por especial interés de mi madre, evitando la rigidez de las Benedictinas.

Nuestro equipo de fútbol, del que desconozco el por qué tuve el honor de formar parte durante tres años seguidos, competía en una liga con los demás colegios de la ciudad. El patio de recreo también se utilizaba como campo de fútbol, era de tierra pedregosa, y los profesores tenían la obligación, presuntamente voluntaria, de hacer de árbitros en los partidos.